{"id":4404,"date":"2024-06-28T16:31:53","date_gmt":"2024-06-28T14:31:53","guid":{"rendered":"https:\/\/leprado.org\/?page_id=4404"},"modified":"2024-10-11T15:52:08","modified_gmt":"2024-10-11T13:52:08","slug":"theologien-et-professeur-de-philosophie","status":"publish","type":"page","link":"https:\/\/leprado.org\/es\/theologien-et-professeur-de-philosophie\/","title":{"rendered":"Te\u00f3logo y profesor de filosof\u00eda"},"content":{"rendered":"
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Un profesor popular<\/strong><\/p>\n Extracto (p\u00e1ginas 94-95<\/i>) de\u00a0Mons. Olivier de Berranger<\/b>,\u00a0Alfred Ancel, un hombre para el Evangelio<\/b>, 1898-1984,<\/em>\u00a0Centuri\u00f3n, 1988.<\/p>\n Alfred Ancel se doctor\u00f3 en Filosof\u00eda Escol\u00e1stica en la Universidad Gregoriana el 18 de junio de 1920. Habiendo aprobado con summa cum laude, no es de extra\u00f1ar encontrarle ense\u00f1ando filosof\u00eda en el Seminario del Prado a partir de 1928. Los m\u00e1s veteranos a\u00fan recuerdan sus veinte tesis tomistas claramente expuestas en un lat\u00edn que, aunque no era el de Cicer\u00f3n, exig\u00eda para algunos largas sesiones de repaso. Para el padre Ancel era una cuesti\u00f3n de honor seguir las directrices romanas para los seminarios. Pero se entreg\u00f3 por completo a la ense\u00f1anza de la filosof\u00eda en las Facult\u00e9s Catholiques de Lyon, donde el rector, Mons. Fleury Lavall\u00e9e, le llam\u00f3 en octubre de 1932. Hasta 1943, escribe el cardenal Gerlier, iba a impartir \"una ense\u00f1anza viva y profunda que conquistaba a los j\u00f3venes estudiantes, y cuya excelencia proced\u00eda tanto de la lealtad intelectual del profesor como de su constante preocupaci\u00f3n por conmover a las almas\".<\/p>\n El padre Ancel, que ya estaba absorbido por diversas tareas y a menudo ten\u00eda que trabajar toda la noche para preparar sus conferencias, era todo un \u00e9xito entre sus oyentes. Muchos de ellos, como Henri Lugagne, que lleg\u00f3 a ser obispo de Pamiers, a\u00fan lo recordar\u00e1n con agrado muchas d\u00e9cadas despu\u00e9s... No s\u00f3lo los estudiantes de filosof\u00eda se acordaban de \u00e9l, porque el padre Ancel tambi\u00e9n pronunci\u00f3 dos grandes conferencias p\u00fablicas, que se reeditaron varias veces en peque\u00f1os folletos: una, en 1941, sobre \"Dieu \u00e0 la lumi\u00e8re de la raison\" (Dios a la luz de la raz\u00f3n), y la otra, en 1942, sobre \"L'homme \u00e0 la lumi\u00e8re de la raison\" (El hombre a la luz de la raz\u00f3n). Su influencia se extendi\u00f3 mucho m\u00e1s all\u00e1 de Lyon y sus universidades. Pero, sobre todo, sus conferencias le revelaron como orador. De ah\u00ed el \u00e9xito de sus conferencias. El Padre Ancel nunca ley\u00f3 un texto con voz neutra, indiferente a su auditorio. Trataba de acercarse a su auditorio como si quisiera entablar una conversaci\u00f3n amistosa con cada uno de ellos. Esto es lo que atra\u00eda a sus alumnos, as\u00ed como al pueblo cristiano de las parroquias que escuchaba sus homil\u00edas, o a las j\u00f3venes que asist\u00edan a los retiros que predicaba. En conjunto, podemos decir de \u00e9l lo que Mons. Blanchet escribi\u00f3 de un hombre a quien el propio Alfred Ancel reconoc\u00eda como maestro de filosof\u00eda, Auguste Valensin: \"Para \u00e9l, el pensamiento debe comunicarse y no debe temer la prueba del di\u00e1logo (...). A sus ojos, no hay ning\u00fan saber que se domine bien y del que no pueda beneficiarse el primero que llega.<\/span><\/p>\t\t\t\t\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t Metaf\u00edsica general<\/strong><\/p>\n Extracto (p\u00e1ginas 95-96<\/i>) de Mons. Olivier de Berranger<\/b>, Alfred Ancel, un hombre para el Evangelio<\/b>, 1898-1984,<\/em> Centuri\u00f3n, 1988.<\/p>\n Un voluminoso libro titulado M\u00e9taphysique g\u00e9n\u00e9rale apareci\u00f3 mucho despu\u00e9s de que el autor hubiera cesado sus conferencias. La obra fue elogiada en varias revistas especializadas y recibi\u00f3 algunas cr\u00edticas elogiosas, pero no tuvo el mismo impacto que La Pauvret\u00e9 du Pr\u00eatre. Algunos la consideraron sobre todo como \"una magn\u00edfica colecci\u00f3n de definiciones y tesis filos\u00f3ficas\". Muchos profesores de seminario, que no siempre ten\u00edan una preparaci\u00f3n suficiente para su funci\u00f3n, lo convirtieron en su libro de texto favorito. Pero, m\u00e1s a\u00fan que La Pauvret\u00e9 du Pr\u00eatre, este libro de tema austero adolec\u00eda de un grave problema editorial, ya que reproduc\u00eda, en una compilaci\u00f3n apresurada, apuntes de estudiantes, como explicaba el padre Ancel en el prefacio. Podemos imaginar que, a principios de los a\u00f1os 50, el padre Ancel tuvo a\u00fan menos tiempo que en la \u00e9poca de la guerra para reelaborar esta obra. Las imprecisas referencias a los autores consultados dejan insatisfechos a los lectores que se han mantenido al corriente de los avances del pensamiento filos\u00f3fico, incluido el tomismo. Esta es una de las razones por las que este libro apenas permaneci\u00f3 en las estanter\u00edas de las bibliotecas personales e incluso acumul\u00f3 polvo con bastante rapidez en las de las bibliotecas de los grandes seminarios.<\/p>\n En estas condiciones, \u00bfdebemos hablar de ello? Nosotros pensamos que s\u00ed. En efecto, desde el punto de vista del propio Alfred Ancel, el hecho de que emprendiera la publicaci\u00f3n de este libro en 1952-1953 demuestra que, aunque reconoc\u00eda sus graves limitaciones, segu\u00eda considerando que su valor estaba justificado. Este libro es, pues, el estado de su pensamiento filos\u00f3fico en el momento en que hab\u00eda alcanzado la plena madurez de su edad. Por otra parte, las notas, bastante numerosas, que se tom\u00f3 la molestia de escribir en la tranquilidad de La Roche durante el verano de 1952, indicando aqu\u00ed y all\u00e1 tal o cual a\u00f1adido que habr\u00eda debido desarrollar, son sobre todo interesantes porque confirman una s\u00edntesis de conjunto. Es, pues, a partir de este documento, tomado como tal, como podemos hacernos una idea de la coherencia interna de las ideas que animaron al padre Ancel a lo largo de toda su vida.<\/p>\n Cualquiera que sea el valor de las dem\u00e1s fuentes que existen para conocer su pensamiento -apuntes in\u00e9ditos o diversos art\u00edculos publicados entre 1932 y 1950-, este libro es esencialmente el fruto de una ense\u00f1anza fundamental extendida a lo largo de m\u00e1s de diez a\u00f1os. Por lo tanto, hay que concluir que existen conexiones muy profundas, aunque ocultas a quienes s\u00f3lo son testigos de sus actos, entre el pensamiento que desarroll\u00f3 en este libro y todo el \u00e1mbito de sus actividades posteriores. Creemos que incluso a condici\u00f3n de que tengamos alguna noci\u00f3n del resorte principal de su pensamiento podremos evaluar cr\u00edticamente sus actividades. Sin duda, como escrib\u00eda en 1954 uno de sus cr\u00edticos m\u00e1s ben\u00e9volos, comparando al padre Ancel con san Buenaventura, que hab\u00eda llegado a ser ministro general de los Hermanos Menores y luego obispo: \"\u00bfNo hay algo malo en hacer preguntas a un fil\u00f3sofo que ya no tiene tiempo para filosofar? Pero hay que decir que Alfred Ancel, incluso como profesor, amaba sobre todo el di\u00e1logo, como repet\u00eda a sus alumnos el 6 de diciembre de 1932 antes de comenzar un curso de Teodicea: \"Me parece que la escol\u00e1stica exige una estrecha colaboraci\u00f3n entre profesor y alumnos. Objeciones, peticiones de aclaraci\u00f3n: conversaci\u00f3n m\u00e1s que lecciones\".<\/p>\n Con este esp\u00edritu queremos emprender aqu\u00ed una breve reflexi\u00f3n sobre el contenido de la Metaf\u00edsica General, y con ello tal vez ayudar un poco a comprender la finalidad de la existencia.<\/p>\t\t\t\t\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t<\/div>\n\t\t