La opinión de Yves Musset
Cuando Alfred Ancel habla de santidad, sólo puede referirse a Antoine Chevrier, que muestra cómo, en la vida y el ministerio de los profetas, el Espíritu Santo preparó la Redención y cómo sigue cumpliéndola en la vida de los santos:
" Las vidas de los santos son todas iguales, todas inspiradas por el mismo Espíritu que las guía. Pasan su vida en medio de tribulaciones, sufrimientos y persecuciones. Jesucristo es el primer santo, el modelo para todos.
El Espíritu de Dios que habla en los profetas y en los santos, oren o giman, es el mismo en todos ellos, y lo que los profetas se aplican a sí mismos se aplica también a Jesucristo con mayor razón, porque los santos y profetas recorren, en pequeña parte, la vida del Santo y Profeta, perseguido por excelencia, Jesucristo. Lo que dicen de ellos se aplica tanto más a Jesucristo, de quien son los pequeños representantes.
Sólo hay un Dios, un Espíritu, una santidad, una meta en los santos. Todos tienen las mismas luchas, las mismas persecuciones que soportar en la tierra. Sólo que unos representan a Cristo más fielmente, otros menos. Y como el Espíritu Santo habita con mayor o menor perfección en el alma de los santos, hablará con mayor o menor claridad según las circunstancias externas e internas en que se encuentren. En este sentido, encontramos fácilmente la aplicación de las palabras de los profetas a Jesucristo, que es el Santo por excelencia y a quien el Espíritu Santo tenía en cuenta principalmente cuando hablaba por boca de ellos sin que ellos lo pensaran...
Sólo hay un Dios, un Espíritu que es el mismo en todos los santos y en todos los profetas. Es él quien ora en ellos, quien habla con ellos y les inspira a decir cosas útiles para el prójimo y conducentes a la gloria de Dios. Jesucristo es el Santo por excelencia. Toda la santidad de los santos está contenida en la santidad de Jesucristo, y puede decirse que los santos han tenido sólo una parte de la santidad de Jesucristo. Todo lo que les sucedió a los santos le sucedió a Jesucristo, porque el camino hacia la santidad es el mismo para todos: la gloria de Dios, Creador y Padre, las persecuciones del mundo y la lucha contra uno mismo y contra el mundo. El mundo siempre luchará contra los santos, porque no puede haber unión entre Dios y el mundo. Uno debe necesariamente matar al otro. Sólo Dios mata el espíritu del mundo mediante la persuasión, la caridad y la luz. El mundo mata al cuerpo, porque no quiere recibir la verdad y no puede alcanzar su objetivo de otro modo.
En los santos y profetas hay que ver al Espíritu de Dios que habita en ellos y los ilumina, inspirándoles oraciones acordes con las situaciones en que se encuentran, más o menos acordes con las de Jesucristo, que es el centro y lo contiene todo. Es el mismo Espíritu que habla en David, Isaías, Abraham, Jacob, Juan Bautista, Zacarías, la Santísima Virgen y los santos del Nuevo Testamento. Pero se abaja por ellos, se pliega a su carácter, aprovecha las circunstancias interiores y exteriores para hablar del Verbo, para darlo a conocer, hacerlo amar y reproducirlo. Es oficio, obra del Espíritu Santo producir a Jesucristo en el mundo, darlo a conocer. Se aprovecha de todo"*.
Si el Espíritu Santo actuaba en el ministerio de los profetas, como lo hace también en la vida de los santos, es porque su función, como reitera aquí el P. Chevrier(1), era "... dar vida al Espíritu Santo y darle vida". producir Jesucristo" . El Espíritu puede " hablar de la Palabra, darla a conocer, hacerla amar y reproducirla" porque es el Espíritu que, en la carne, hizo existir y hablar al Verbo, y le hizo llegar hasta ofrecerse totalmente al Padre por amor a sus hermanos en humanidad.
* Ms 6/19w, en cuaderno 6/19t, p. 1. En Yves Musset, Le Christ du Père Chevrier, Desclée, 2000, p.73-14.
(1) Cf. p. 51-54.
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